Existe un gran drama en la sociedad haitiana, no hay trabajo. Si bien es cierto que la tasa de desempleo antes del terremoto sobrepasaba el 50%, razón por la cual la mitad de la población sobrevivía con un trabajo informal, actualmente toda la población vive por el trabajo informal y ante la falta de dinero el trueque e está transformando en la moneda de cambio en la ciudad.
Jean Jacques Michelin ha creado un negocio de venta de llamadas telefónicas por Internet en el campamento de refugiados frente al Palacio Nacional. Todo el que tenga unos 50 gourdes, la moneda nacional y lo equivalente a un dólar y medio, puede llamar a donde quiera durante cinco minutos y si no tiene dinero, Michelin acepta que le paguen en especies. El miércoles, almorzó una sopa de pescado a cambio de una llamada de 10 minutos a Nueva York.
No muy lejos de ahí Josephine Marquise, vive de lavar la ropa a los demás refugiados. “Hago lo que puedo, señor. No es mucho, pero es algo”, dijo la anciana.
Los haitianos necesitan tanto trabajo que cuando llegan los visitantes ven una ola de gente que se les viene encima.
“La fuerza laboral haitiana es su mayor riqueza. Ellos tienen un capital único para reconstruir el país que es su propia gente” dijo Michael Braurgarthen, especialista e la agencia norteamericana para el desarrollo, la USAID, que está diseñando el plan de reconstrucción del país, junto al gobierno haitiano y varias organizaciones no gubernamentales.
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